HACIA UN TEATRO POLÍTICO


Por Mariana Rossier


 “Las revoluciones se producen en los callejones sin salida”. 

Bertolt Brecht


Cuando escuchamos a alguien decir Teatro Político podríamos pensar muchas cosas: Erwin Piscator, panfletarismo, protesta, conciencia, responsabilidad. Sin embargo hoy día aún hay una masa grisácea que emerge de estas palabras, entre duda y prejuicio. ¿Qué es eso que llamamos Teatro político?, ¿Es una técnica o estética en especial? o ¿tiene que ver más con las posturas expuestas en el drama? ¿El teatro está en la política o la política en el teatro?, ¿Cómo influye en el espectador?

 Lo primero es suavizar y explicar la palabra “política”. En griego se escribe "politikḗ" y ésta, significa la opinión del Estado relativo a los ciudadanos. De ésta manera, la opinión que recae en la ciudadanía tiene consecuencias e implicaciones que determinan las condiciones de vida de cualquier persona. Conocemos la política derechista e izquierdista, el capitalismo, el comunismo, socialismo, etc. Todos estos son sistemas que administran el poder  y toman decisiones sobre la sociedad de distinta manera. Ahora, la palabra teatro viene del griego "theátron" y significa lugar para contemplar, o bien, mirador. ¿Y qué se contempla? la realidad, desde distintos ángulos pero lo que vemos en el escenario, es algún día de algún ser en algún momento con un poco de inspiración. En ésta misma dónde hay un vínculo con la política, a través de condiciones y determinantes por parte de un sistema.

Entonces, encuentro que el teatro y lo político tienen un nexo inevitable; no hay persona que no se vea afectada ante los márgenes de un sistema y de cualquier institución (gubernamental, económica, educativa, familia, salud, etc…) para bien o para mal, sin argumentar si se está en contra o a favor de éstos márgenes, simplemente estamos estructuralmente organizados así. Y ello, se refleja en cualquier dramaturgia o laboratorio escénico.

Por ejemplo, en el texto dramatúrgico “Egmont” de Goethe, podemos ver la situación de un Estado monarca, apoyado en la burocracia y el ejército, que, tras limitar el libre albedrío de los ciudadanos, en cuanto a la decisión de religión a profesar, provoca una avalancha de gente encolerizada por las calles e iglesias. Un pueblo que empieza a creer en el poder de las masas como soberanía y esto claro, apoyado por el liderazgo de Egmont. Un Estado que corrompe a la fuerza y a condición de muerte para prohibir la unión del pueblo; su voz y sus actos. El personaje heroico del Conde Egmont nace de una división política: entre el pueblo y la corona española. Todo es político; de manera implícita invita al espectador a cuestionar. Ahora, pensemos en un algo más contemporáneo, un laboratorio escénico, "Duran 66o (66 objetos para actualizar un acontecimiento histórico)" del Colectivo Teatro Línea de Sombra, este montaje expone con documentos y ficción un movimiento estudiantil popular desaparecido en la historia y de gran importante para la historia. Este acontecimiento político está datado en el año 1966 en Durango, cuando  1500 estudiantes tomaron el Cerro de Mercado –una mina excavada en la periferia de la ciudad de Durango- durante 60 días, para demandar la industrialización del estado y la instalación de una siderúrgica que procesara el metal de ese yacimiento. El cerro de Mercado se sobre explotaba por la riqueza obtenida del recurso natural y daba migajas a los trabajadores de la zona. Este montaje de manera más directa busca abrir debate con el espectador.

Entonces, la primera aclaración sobre el término Teatro Político es que el texto dramatúrgico al plasmar algo de la realidad, del  mundo que nos rodea, estamos ya, exponiendo ese entorno político en el que los humanos se desarrollan y se organizan. Esto ante el espectador genera identificación, y encuentro u oposición. El teatro es político por naturaleza. Desde distintos moldes estéticos o argumentos dramáticos pero en toda la historia del teatro las problemáticas sociopolíticas son la musa de quien escribe o dirige (con mayor o menor consciencia).

En contraste, estas dos propuestas escénicas, tienen distintas orígenes. Una desde un marco textocentrista, y otra, más cercana a un laboratorio escénico fundamentada en documentos verídicos y ficción. Por lo que aclaro que el Teatro político no es una forma estética como tal: la dinámica con el público, las actuaciones, la voz, los cuerpos, vestuario etc. Esto corresponde al  área de dirección escénica. Variará dependiendo quién esté a cargo. No hay una guía para hacer una obra política o un vestuario o tono actoral que lo determine pero si influirán las decisiones directivas en pro de un mensaje político o no.

El Teatro político se acerca más al argumento del drama que a la forma escénica.


 ¿De dónde viene el término Teatro político?

Con los años se han transformado los principios del porqué y cómo hacer teatro, esto a causa de un mundo que se empezó a desmoronar y a cuestionar los mismos principios –por qué y cómo- actuar en la vida. Y esto, en nuestros días ha tomado un gran efecto, sobre todo, en la búsqueda de conciencia de las situaciones que cruzamos, y también como fuga creativa ante los destrozos de una sociedad sumamente lastimada.

Erwin Piscator, director, productor teatral y principal dramaturgo que teorizó sobre el Teatro político, buscaba exponer contenido sociopolítico en el drama y evitar la inmersión emocional del público y la alienación que pudiera generar una gran producción. Desde Piscator (siglo XX) hasta nuestros días se busca empoderar el quehacer artístico como un acto político.


¿Por qué ver en nuestras aulas de entretenimiento lo que ya sabemos? ¿Por qué hablar de violencia cuando ya la vivimos día a día? 

El ejercicio al que me gustaría invitarlos, es aquel en el que en nuestro cotidiano  generamos un punto crítico ante todas las situaciones que  no nos gustan, que nos molestan o duelen en nuestra sociedad y en el mundo. Creo que como artistas es una responsabilidad. Y no hablo, de generar más violencia para hablar de violencia. Pero, si creo que no es justo regalar dulces a una sociedad que necesita verdad. Tratar como infantes a una sociedad ya está por demás usado, sabemos desde Marx que es una herramienta de sometimiento y dominación. ¿Por qué  replicar este sistema también? Es cierto, que vemos y sabemos lo que sucede en las calles, pero también es cierto que hemos normalizado, se nos resbala de las manos tan fácilmente que ya solo hay una nube invisible que ignoramos.

Entonces, quizá lo que nos hace falta son espacios de reflexión y de cuestionamiento, donde no solo se expongan sino que busquen soluciones, perspectivas, iniciativas. El arte y el teatro NO SON PASIVOS, pueden ser ACTOS POLÍTICOS que repercutan de manera efectiva y directa en problemáticas de la sociedad. Se exige verdad, justicia y respeto a los derechos básicos que todo ser  debería tener como garantía.

El teatro al que me gustaría seguir asistiendo y creando, ahora más que nunca y después de este largo tiempo de pausa y encierro, es  a uno que se haga desde la conciencia y el coraje de todo lo que no nos representa. Un teatro de colegas que ensimismados nos preguntamos: ¿qué es el teatro, qué importancia tiene para la sociedad y para qué hacerlo? Seguramente, en un momento de decepción llegamos a pensar que no éramos tan necesarios, pues estuvimos sin este muchos meses, pero nos toca demostrar lo contrario y decir todo eso que no dijimos por meses y que creemos aporta a la etapa que sigue dentro de esta pandemia mundial.

Muchos años y muchas personas hicieron que el teatro se reconfigurará mil quinientas veces; y a su vez, que éste fuera tomando forma, dignidad y voz. El teatro tiene un compromiso y no morirá hoy, en plena guerra existencial; donde el poder de elección y responsabilidad está con el presente.

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